En el día de la mujer nos preguntamos por las trabajadoras de casas particulares, sus derechos, relación laboral y redes de contención.
“Protecciones sociales y espacios de sociabilidad en el trabajo doméstico remunerado, orientado a las tareas de cuidado” es el proyecto que llevan adelante las docentes investigadoras de la Facultad de Trabajo Social, Viviana Verbauwede, Melina Perbellini, Maria Victoria Taruselli, Ariana Zanandrea y Gabriela Romero.
El trabajo pone en el centro al trabajo doméstico remunerado y las tareas de cuidado, las mujeres que lo realizan, sus derechos, la propia mirada que ellas tienen sobre su labor y los estereotipos presentes, la distinción en las tareas que llevan adelante, y la informalidad que al día de hoy, continúa siendo el mayor problema. También el papel de los sindicatos en dicho sector.
Respecto a la legislación que alcanza a la actividad, recién en el año 2013 se aprobó la ley Nº 26.844, que reconoce licencias, vacaciones pagas y remuneraciones de acuerdo con la actividad, entre otros. La regulación significó un paso muy importante, ya que reconoció el estatus de trabajo de la actividad y que el Estado constituye un actor central en la regulación de las condiciones y relaciones laborales. Sin embargo, las investigadoras sostienen que, aún cuando se trató de una significativa ampliación de derechos, “aún queda pendiente la reglamentación de ciertos artículos”, y que “el problema central no es la inexistencia de legislación, sino la informalidad y las desigualdades y precariedades persistentes.
No hay que olvidar que el trabajo doméstico asalariado presenta determinadas particularidades que obstaculizan el acceso a las protecciones sociales. Como primer punto, las mujeres desarrollan su actividad en el ámbito privado del hogar de quienes emplean, lo cual dificulta su fiscalización. Por otro lado, se trata de una actividad históricamente desvalorizada e invisibilizada. Y en relación a ello, operan estereotipos de género y de clase en torno a la división sexual del trabajo, que suponen que son las mujeres (y más aún las de sectores populares) quienes deben realizar el trabajo doméstico y de cuidado.
Género y trabajo
La investigación sostiene que los trabajos domésticos y de cuidados se encuentran altamente feminizados en Argentina, ya que el 98% de las trabajadoras del sector son mujeres y representa el 16% de los empleos del total de las mujeres del país. Asimismo, la actividad es la que presenta mayor proporción de empleo no registrado, el 75,5%. Estos datos referidos a nivel nacional, en Entre Ríos se replican con un 70% aproximadamente de trabajo no registrado y desarrollado en su casi totalidad por mujeres.
Si bien la Ley N° 26.844 brinda un piso fundamental para que este sector laboral pueda alcanzar las protecciones, es un proceso lento, dado que su cumplimiento aún es laxo y los niveles de no registro continúan siendo altamente significativos.
El papel de los sindicatos
Los sindicatos constituyen un actor ineludible en la construcción de la relación laboral, ya que promueve el reconocimiento del trabajo y de los derechos de las trabajadoras, permite el acceso a la información sobre la legislación laboral, facilita que las trabajadoras no gestionen su empleo en soledad y promueve la solidaridad entre compañeras.
Los sindicatos además permiten un espacio de socialización entre las trabajadoras afiliadas, ya que se conocen y establecen redes más cercanas y cotidianas. Más allá de que la trabajadora negocie individualmente sus condiciones laborales, no es lo mismo hacerlo con o sin esa red que le permite estar informada y apoyada por otras.
Otros espacios también permiten construir esas redes, Carolina, que es trabajadora doméstica, resalta: “La parada de colectivo es un lugar, en el que le contás todo a la compañera, ahí estás lejos de tu lugar de trabajo, forma parte de la rutina y podés hablar de cosas que en tu casa por ahí no entienden (…) El colectivo es el lugar de las trabajadoras de casas particulares”.
La jubilación también es una cuestión importante al momento de pensar en derechos, ya que actualmente, es uno de los trámites más difíciles de llevar adelante. Las complicaciones recaen en la recuperación de documentación, en que la mayoría de las mujeres no cuenta con 30 años de aportes o durante mucho tiempo no estuvieron registradas.
La diferencia entre limpiar y cuidar
El trabajo de investigación también se propuso mirar las particularidades de las diversas tareas domésticas para las que son contratadas las mujeres, observando las diferencias que existen entre hacer tareas de limpieza y cuidado de infancias o personas mayores.
En un conversatorio que realizaron junto al Sindicato de Empleadas en Casas de Familia de Entre Ríos (SECFER), las mujeres sobre todo manifestaron que muchas veces son contratadas para realizar sólo tareas de limpieza, pero que el cuidado emerge cuando residen personas mayores en sus lugares de trabajo. Escucharles, charlar, administrar sus medicamentos, son algunas de las actividades que se les suman.
La situación que se reitera refiere a que, muchas veces, al inicio de la relación laboral, no se establecen con claridad las actividades que deberá desarrollar la trabajadora, en tanto si son contratadas para realizar tareas de limpieza, no se explicita que además deberán realizar otro tipo de tareas. Teniendo en cuenta, además, que realizar tareas de cuidado resulta más complejo, ya que implica también una dimensión afectiva, “las trabajadoras entrevistadas nos mencionan la necesidad de las personas mayores de ser escuchadas, acompañadas, de recibir afecto”, explican las investigadoras. Se trata de un saber hacer discreto, pequeños gestos que necesitan de un trabajo psíquico, mental y cognitivo en donde también se habilitan espacios micro sociales de relación cara a cara donde se construye intersubjetividad.
Eso se ve reflejado en las reflexiones de las trabajadoras: “Hoy realmente prefiero ir a hacer una limpieza, porque no estoy emocionalmente preparada para lo que respecta al cuidado”, dice Valeria.
La invisibilización de las tareas de cuidado contribuye a la invisibilización de la relación laboral, y se vincula con la profundización de la precarización laboral. La falta de contratos formales, la falta de claridad en las tareas que se deben realizar, irregularidades en el horario de trabajo y en los pagos son algunos de los aspectos que permiten advertir esa desprotección.
¿Quién cuida a las que cuidan?
Las trabajadoras de casas particulares viven cotidianamente situaciones de descuido, que están directamente relacionadas con las características propias del sector.
Por eso, a partir de lo estudiado, las investigadoras marcan la importancia de “consolidar un sistema de cuidados que es necesario construir, de manera que el cuidado constituya en verdad un derecho, el derecho a cuidar y el derecho a ser cuidado”.