A siete años del crimen de Chiara Páez y ante alarmantes datos de femicidios, travesticidios y transfemicidios, el grito de Ni Una Menos vuelve a sentirse en las calles. Renata Kiefer, politóloga que investiga los espacios activistas feministas, se refirió a la genealogía del movimiento y reflexionó sobre su trascendencia en la actualidad.
“Hay un consenso general de la importancia del Ni Una Menos a nivel regional y mundial, es un movimiento que sigue generando sentidos emancipadores para la sociedad, que es preciso seguir sosteniendo, así como seguir entendiendo a las calles como un lugar donde expresar esas luchas y esas demandas”, manifestó Kiefer en diálogo con UNER Medios.
El 3 de junio la calle será nuevamente el escenario que congregue a los espacios feministas y la sociedad en general, bajo la consigna Libres y con vida nos queremos. “Los feminismos son diversos e interseccionales, cada uno está anclado a sus territorios, pero indudablemente creo que se puede hablar de un grito que trasciende las fronteras y que permitió articular diferentes demandas situadas en cada territorio”, sostuvo la investigadora.
Kiefer además es docente de la Facultad de Trabajo Social –UNER– y becaria doctoral en el Instituto de Estudios Sociales (INES), de doble dependencia CONICET/UNER. En referencia a la conformación del movimiento Ni Una Menos, se refirió a la historia de larga data de los feminismos en nuestro país, que contribuyó a que se pueda gestar y sostener todos estos años. “Si bien el estallido se dió en el 2015, acompañado de un hartazgo social que en su momento fue compartido por gran parte de la sociedad que salió a las calles, es importante tener presente que estas demandas fueron gestándose desde hace un tiempo de la mano del movimiento feminista”.
Para la investigadora, en Argentina el movimiento “vino, por un lado, insertándose y cuestionando fuertemente las maneras en que estructuramos nuestra vida social en general, en todos los ámbitos: académicos, en el trabajo, en las calles, en las casas. Así como también vino construyendo y sosteniendo en el tiempo espacios de lucha, de construcción política y de articulación de ciertas demandas, como el encuentro que se hace desde 1986 y que todos los años convoca a miles de mujeres y disidencias sexogenéricas”. Esa genealogía, explicó, “traccionó fuertemente para que se le otorgue prioridad en la agenda pública y podamos estar exigiendo políticas y respuestas al Estado”.
Kiefer enfatizó que aún con toda su diversidad y heterogeneidad, los feminismos “lograron interpelar a la sociedad y al Estado convirtiendo en problemas públicos algo que antes era considerado una cuestión privada, como la violencia, los femicidios, la distribución desigual de los cuidados, por nombrar algunos”. Asimismo aseveró que se van resignificando porque “son procesos de lucha para pensar en términos históricos. Van apareciendo otros tipos de demandas que antes no”.
Según los datos públicos del Ministerio de la Mujer, Género y Diversidad, entre enero y marzo de 2022 la línea 144 recibió 30.451 comunicaciones por violencia de género, que representan 3.254 más en comparación con el mismo período de 2021. El Observatorio Ahora que sí nos ven informó que entre el primer día de enero y el 25 de mayo del corriente año, se registraron 119 femicidios en el país, 7 de ellos en nuestra provincia.
En ese marco, en el 3J vuelve a resonar un conjunto de demandas que “no ha sido lineal ni sin conflictos, sino que surgió como un corolario del estallido, que tienen que ver con la crueldad y el hartazgo acumulado en ese contexto, con la masividad que tuvieron esos reclamos en las calles, con la historia de lucha del movimiento feminista argentino y con la construcción de ciertos espacios para poder pensar y expresar estos temas, que de otra manera hubiera sido muy difícil de conseguir”.
Para finalizar, la investigadora sostuvo que en el día a día y en todos los ámbitos “estamos alertas tanto a conseguir avances como a los retrocesos en términos de derechos, la avanzada de algunos discursos de odio. Esto es importante cuando vemos qué demandas construimos como prioritarias. Hay mandatos o estructuras de poder muy fuertes que siguen muy arraigados, y que es necesario desmontar para que podamos cambiar nuestra manera de ver y de hacer el mundo”.