Un equipo de investigadores de la UNER estudia la relación entre la bajante del río Paraná y los incendios en el Delta, a fin de prevenir.

Frente a la alerta hidrológica es preciso construir conocimiento científico para contribuir a la toma de decisiones sobre los recursos naturales de la región, que peligran por la exposición a incendios debido al bajo nivel del río. Esta temática es la base de la investigación que está desarrollando un grupo de la Facultad de Ciencias Agropecuarias-UNER.

El proyecto es dirigido por Eduardo Díaz, docente con una extensa trayectoria como investigador en la materia. “Nuestra hipótesis es que existe una relación entre la dinámica hídrica, los incendios en las islas del Delta y el uso pecuario”, sostuvo en diálogo con UNERNoticias. El objetivo del estudio es desarrollar un programa de alerta temprana, que permita controlar y mitigar los potenciales incendios en condiciones de sequía. 

La región asiste a una bajante histórica del río Paraná. El registro actual se acerca al peor promedio mensual en más de 50 años y se espera un pronóstico desalentador hacia mediados de julio, momento en que el nivel podría alcanzar los -27 cm. a la altura de la capital entrerriana, según el Instituto Nacional del Agua (INA). Este fenómeno deviene en un riesgo significativo para la ciudadanía y el ecosistema en general. 

En tal escenario, la exposición a incendios se manifiesta como un factor agravante para la preservación de la flora y la fauna autóctona de los humedales. Más aún, luego de la emergencia ambiental causada por el fuego en el Delta, que en 2020 acabó en la quema de 300.000 hectáreas y un costo diario mayor a 10 millones de pesos para sofocarlos. 

Para Díaz, esta situación crítica se puede prevenir: “Conocer la dinámica hídrica es clave para relacionar niveles hidrométricos bajos con los incendios”. El docente afirmó que mediante la investigación se podrá identificar con imágenes satelitales los sitios donde históricamente se producen los focos de fuego. “En función de la bajante del agua vamos a detectar cuándo se generarán y a proponer un plan de alerta para prevenir a las autoridades, evitando que los ganaderos hagan -por ejemplo- control de pasturas en esa época”, detalló. 

La investigación, presentada al Consejo Federal de Ciencia y Tecnología (COFECyT), durará 12 meses y contempla un convenio de colaboración con Defensa Civil de Entre Ríos para señalizar los focos de calor históricos. También se elaborará una planta piloto para representar el fenómeno natural y medir el flujo de metano, se realizarán capacitaciones y difusión sobre el tema. “Como transferencia, llevaremos esto a productores agropecuarios, ganaderos y a las autoridades”, comentó el docente.

La presencia del metano

Díaz destacó que la Facultad de Ciencias Agropecuarias viene desarrollando dos proyectos vinculados con el Delta a lo largo de casi 8 años. Explicó que “en su estado normal la turba -material orgánico que se forma debajo de los humedales- está saturada; esto genera condiciones de anaerobiosis -ambiente sin oxígeno- y da lugar a la producción de metano, que se conoce como el gas de los pantanos”. 

Según el investigador, en esas circunstancias la temperatura del metano se mantiene en 17° o 18°, ya que el agua funciona como radiador y se encuentra contenido bajo una capa de arcilla. El problema aparece cuando el río empieza a descender dejando a la turba expuesta, porque “el gas se va liberando, levanta una temperatura que lo hace inflamable y se enciende espontáneamente; funciona como un combustible y se repite en los mismos lugares en que habitualmente hemos tenido una historia de incendio”. 

Una vez generado el fuego, se va multiplicando. “Van los bomberos a apagar un foco -describió- pero la turba tiene metano y oxígeno, entonces se sigue alimentando y aparece de vuelta a 100 o 1000 mts.; esto se conoce como fuegos zombies, porque estaban apagados y por condiciones del metano vuelven a encenderse”.

También remarcó que “las prácticas de los productores agropecuarios tienen una incidencia en esto, por los momentos del año en que se realizan quemas para el pastoreo y el manejo silvopastoril”. En este sentido, el proyecto también contempla el análisis de las etapas fisiológicas del ganado vacuno y su alimentación.

La bajante del río Paraná

Como experto en las ciencias de la tierra y del agua, Díaz también habló sobre el fenómeno de bajante extraordinaria. Respecto a sus causantes, hizo alusión a la anomalía del Océano Pacifico conocida como La Niña. Se trata de “un período de sequía que empezó el año pasado, tuvimos precipitaciones muy por debajo de la media y según los informes que hizo la NASA podría durar hasta mediados de 2021”, manifestó. 

Además explicó que “el río Paraná se alimenta de la cuenca alta y de la cuenca media del Paraná, abastecida por los ríos Paraguay e Iguazú. Son los responsables de aportar casi el 50% del caudal, pero las precipitaciones en esa zona están por debajo de los valores medios. Todo esto ha dado lugar a alturas hidrométricas bajas”.

Para el investigador, el nivel normal en Paraná durante esta época del año debería ser alrededor de 4 o 4.5 mts. “Actualmente, está en el orden del 0 y continuará bajando hasta septiembre, el INA ya está previendo nuevos descensos de hasta 10 cm. de un día para otro”. Sobre la recuperación de los caudales, sostuvo que “va a demorar entre 30 y 60 días”.

El proyecto de investigación pone en relevancia a la investigación científica para la preservación del medio ambiente y la toma de decisiones sobre los recursos naturales. “Lo que no se mide no se conoce y lo que no se conoce no se controla”, cita Díaz. “Si no mido la lluvia, o el caudal del río, no puedo exigirle a nadie que se ocupe de esa cuestión; la comunidad científica tecnológica tiene que medir para transferir la información a quienes gestionan, para brindar soluciones o determinar qué es lo que no se debería hacer”.