Las circunstancias que ocasionaron los procesos independentistas dieron lugar a una mayor autonomía de las mujeres y a un aumento de su participación en distintas esferas.

“Cuando se recuerda la lucha por la independencia argentina solemos imaginar campos de batalla poblados de hombres. Esas son las postales que nos han quedado grabadas desde la escuela primaria en nuestros recuerdos. Sin embargo, el rescate de cartas, escritos, y otros textos que las mujeres fueron dejando a lo largo de sus vidas, han colocado una perspectiva distinta en la historiografía. Aristocráticas, campesinas, nativas originarias, artistas, periodistas, entre tantas otras, dejaron una huella imborrable en la historia argentina, con ideas y hechos, pero que de forma deliberada no aparecieron en los relatos oficiales hasta hace poco tiempo”. Estas líneas producidas por Luciana Basso para UNER Noticias detallan qué momentos transitaban las mujeres de aquella época (1816) a propósito del 9 de Julio, día en que se conmemora la Declaración de la Independencia Argentina.

Según relata, “con el abordaje de estos documentos se ha comenzado a echar por tierra la invisibilización contra ellas. Sabemos ahora que eran mujeres que pensaban y reflexionaban sobre el presente y futuro de su tierra, de la historia, de la política y el poder. Fueron ellas quienes apoyaron y lucharon por la educación femenina, su representación y visibilización en la agenda de la época, entre otras cuestiones fundamentales”.

Basso, quien se desempeña como referente del Protocolo contra las violencias sexistas de la UNER, comenta: “Sabemos que asumieron diferentes roles en la gesta libertadora, que fueron espías, enfermeras, soldadas, lavanderas; y que, desde el barro de los combates, las salas de tertulias, o sus casas, hicieron propios los desafíos de su tiempo y contribuyeron de manera fundamental en la causa por la independencia argentina y latinoamericana. Muchas participaron en el día a día desde el lugar privado al que estaban relegadas: el doméstico. Algunas llevaban adelante, con los pocos recursos que contaban, en una región que atravesaba guerras continuas, todas las tareas de cuidado y reproducción de las condiciones de existencia para las familias. Otras lograron ocupar un espacio en el ámbito público, aquel que solo estaba reservado para los hombres; y hubo quienes decidieron acompañar en los campos de batalla, cocinando, cosiendo uniformes, curando heridos y empuñando fusiles como la gran María Remedios del Valle y Juana Azurduy”.

María Remedios del Valle: “Madre de la Patria”

En 1810, la primera expedición por la independencia partió desde Buenos Aires hacia el Alto Perú. Entre las filas de hombres iba una mujer liberta, de origen africano, que acompañaba a su marido y a sus dos hijos. Se llamaba María Remedios Del Valle. Por su inigualable contribución a los ideales de libertad, el general Gregorio Aráoz de Lamadrid no dudó en decir que esta mujer merecía ser nombrada como “la Madre de La Patria”. María luchó en las batallas más resonantes por la independencia, combatió en Huaqui, estuvo junto a Belgrano -quien la nombró capitana- en los triunfos de Tucumán y Salta y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.

Juana Azurduy: “La guerrera”

La historia de Juana demuestra el importante y activo rol de las mujeres en el proceso por la Independencia. Luchó en la dura derrota de Huaqui (1811), y después de este combate fue prisionera de guerra junto a sus hijos, luego rescatados por su esposo. La casa, bienes y tierras de los Padilla fueron confiscados por los realistas. Luego siguió combatiendo bajo las órdenes de Belgrano. Juana organizó el “Batallón de Leales” con el que participó en la derrota de Ayohuma. Tal fue el papel preponderante de esta guerrera que Manuel Belgrano, en reconocimiento a su lucha incansable, le entregó su sable, luego del triunfo en el combate del Villar (1816). El gobierno de Buenos Aires, a instancias de Belgrano, la asciende a teniente coronela, la única mujer que recibió este honor por parte del Ejército Argentino.

Mariquita Sánchez de Thompson

No todas las mujeres destacadas de esa época lucharon en los campos de batalla. María Josefa Sánchez ejerció su influencia desde la comodidad aristocrática de su hogar. Mariquita es bien conocida porque la tradición histórica atribuye que en su casa se cantó por primera vez, el 14 de mayo de 1813, el Himno Nacional Argentino, con letra de Vicente López y Planes y música de Blas Parera. 

El proceso revolucionario posibilitó el desarrollo de la lucha por la igualdad entre los géneros y la participación política, se convirtieron en protagonistas como negociadoras; mediadoras de conflictos; comandantes y dirigentes de batallas; combatientes (generalmente disfrazadas de hombres); consejeras intelectuales; estrategas políticas y militares; propagandistas y también en roles tradicionales — pero sustanciales— como cocineras, lavanderas y enfermeras. Indígenas, negras y mestizas contribuyeron, junto al accionar de los hombres, marcharon sobre los campos, acarreando cañones y fusiles para  defender su tierra y a sus hijos en la lucha contra el tutelaje europeo.

El Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816 aprobó la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América del rey Fernando VII, sus sucesores, metrópoli y de toda otra dominación extranjera. La independencia significó, para las Provincias Unidas del Río de La Plata, la separación definitiva de la Corona española y el camino hacia la formación del Estado Nacional, que se concretó con la sanción de la Constitución Nacional Argentina de 1853.

“A 205 años de la proclamación de la independencia argentina, vale afirmar que la historia no sólo está compuesta por los hechos políticos y los actos heroicos de los próceres, que quedaron en los libros de historia oficial. Sino que fueron posibles gracias a todo un contexto y un entramado en el que las mujeres de la época tuvieron participación activa, militante y protagónica, lejos de ser brazos ejecutores de lo que pensaban sus padres o maridos. Reconocerlas, es no sólo un acto de justicia para con ellas, sino de dignidad con las generaciones futuras”, concluye Luciana Basso.