Conceptos como el de techo de cristal o brecha salarial, explican las desigualdades aún existentes en nuestro país y en el mundo, e impulsan a continuar trabajando para revertirlos. 

“Según datos del INDEC del tercer trimestre de 2022, la brecha salarial en Argentina está en el 26.3%. De cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer gana 26.30 pesos menos, cuando los costos de vida son prácticamente iguales”, detalló a UNER Medios Rocío Arce, estudiante de la Licenciatura en Economía, investigadora e integrante de Futuras, espacio de formación y comunicación sobre Economía y Ciencias Sociales. En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, aportó sus reflexiones sobre el lugar de las mujeres en el mundo del trabajo y las dificultades que persisten, entre ellas, el denominado techo de cristal.

“Hay prejuicios y sesgos culturales que se han constituido a lo largo de la historia, que impiden que las mujeres y disidencias asciendan o se muevan en las esferas de mayores jerarquías en los lugares de trabajo. Es una segregación de tipo vertical, el concepto de techo de cristal hace referencia a que hay una barrera invisible que no podemos romper y nos impide seguir ascendiendo”, explicó. 

En el mismo sentido, agregó que en este análisis es importante sumar el concepto de piso pegajoso, que implica que “a las mujeres y disidencias no solo se nos dificulta romper ese techo de cristal sino también nos quedamos estancadas en puestos de menor responsabilidad. La división sexual del trabajo hace referencia a que, establecido culturalmente, las mujeres por naturaleza seríamos más aptas para trabajos mayormente feminizados y que se encuentran en una escala más baja dentro de la pirámide del mercado laboral”.

En ese marco, las tareas de cuidado “son la piedra angular para analizar la desigualdad de género. Porque si hacia adentro del hogar se distribuyen inequitativamente, imposibilitan que las mujeres tengan mayor tiempo para destinar a sus trabajos remunerados. También persiste la idea de que tienen que quedarse más en casa y por eso no van a poder desarrollar las mismas tareas que un hombre en un puesto jerárquico. En la inserción laboral de las mujeres siempre hay una desigualdad preexistente”, sentenció. 

Rocío Arce es estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas

La existencia del techo de cristal es innegable, argumentó la entrevistada: “Una frase que me resuena es que la desigualdad de género existe y se puede medir. Hay indicadores y estadísticas que muestran que está en diferentes ámbitos, lo podemos ver en nuestros trabajos, en las organizaciones, en los gremios, cómo son mayoritariamente hombres quienes los lideran. En otros ámbitos donde las mujeres sí están al frente, suelen vincularse con las nociones del cuidado o de que son más sensibles para ciertas ramas de la ciencia, como la educación o la salud”.

La cifras están hablando

¿Qué dicen las estadísticas sobre el espacio de las mujeres en los puestos de decisión? Arce afirmó que “en el total de países del mundo, solo un 9% tiene jefas de Estado mujeres. El 13% de las universidades nacionales tienen rectoras y eso también se ve hacia adentro de las facultades e incluso de las cátedras. En las empresas argentinas, menos del 30% tiene gerentas y, generalmente, son del tipo de gerencias administrativas o de recursos humanos, no tanto en finanzas, economía o logística. Sigue habiendo ciertos roles asignados que determinan quiénes llegan y quiénes no, y qué lugares ocupan”. 

Los índices de brecha salarial en nuestro país “hace muchísimos años no bajan del margen de entre el 25 y 30%”. Y este indicador, aclaró, “no tiene que ver con que a igual puesto de trabajo, menor remuneración solo por ser mujeres y disidencias. Sino que, a partir de que nos insertamos en trabajos de menor remuneración, que no podemos acceder a puestos de mayor jerarquía o que tenemos mayor responsabilidad en las tareas de cuidado, tenemos menos tiempo de salir al mercado laboral formal. Todo esto explica la brecha entre lo que ganan un hombre y una mujer”.

El mérito no es suficiente

Los términos acuñados por la economía feminista hablan de fenómenos que van más allá de los resultados esperables a partir del mérito y el esfuerzo propio. Así lo explica la estudiante de la UNER: “Por más que una mujer tenga mayor formación o capacidad para ciertos puestos de trabajo, los sesgos están presentes en algunos lugares y van a dificultar que se pueda romper ese techo. Entre 2011 y 2020, en las universidades nacionales hubo un 61% de mujeres graduadas, en comparación con un 39% de varones. Pero ese dato no habla de que ellas estén ocupando puestos de mayor jerarquía”. 

Para finalizar, la entrevistada apuntó que si bien “las soluciones son difíciles porque hay estructuras que vienen desde el patriarcado, no hay una única respuesta mágica”, hay conjuntos de acciones que suponen avances. “Visibilizar este tema es una de ellas, que lo estemos hablando hoy en día, que sepamos que esto existe y que hay prejuicios que tenemos arraigados. Me parece que en el último tiempo se ha comenzado a hacer muchísimo; por ejemplo, las capacitaciones con perspectiva de género, las campañas de sensibilización, la sanción de diversas leyes como la de paridad de género, políticas públicas en materia de cuidado o de acceso al mercado laboral. Es sumamente importante que se sigan realizando para seguir reduciendo las desigualdades”, reflexionó. 

Por Resolución Rectoral N° 164/23, este 8 de marzo nuestra Universidad adhiere a todas las actividades que se lleven a cabo en conmemoración de la fecha.