Docente e investigador de la UNER indicó que aunque el fenómeno ya es recurrente, este año llaman la atención “su persistencia y coloración”.

El docente, investigador y actual director del Grupo de Investigación y Servicios en Aguas y Efluentes (GISAE) de la Facultad de Ciencias de la Alimentación UNER, Martín Novoa, explicó en el programa A Tres Bandas las causas de la aparición del denominado verdín en las playas del río Uruguay. 

“Si bien el nombre vulgar es verdín, se trata de una floración o bloom, que se puede dar por microalgas o, como en este caso, cianobacterias. También se las suele llamar algas verdeazuladas porque tienen clorofila y son fotosintéticas. Las venimos viendo todos los años, pero en este, nos llamó mucho la atención la persistencia y la coloración y trascendió fronteras la imagen de los carpinchos verdes”, señaló el investigador.

Para que se desarrollen las cianobacterias, tienen que darse ciertos factores ambientales. Novoa enumeró: “Un sistema de agua léntico que esté casi estancado. Si bien acá es río, tenemos una represa que causa el embalsamiento. También altas temperaturas y escasas precipitaciones. Por último, el alimento de estas cianobacterias, que es material orgánico enriquecido con fósforo y nitrógeno. Esto puede ser residuos que arroja el ser humano, efluentes industriales o cloacales tratados y no tratados, y también por medio de fertilizantes o agroquímicos que pueden llegar por el aire o el arrastre del suelo”. 

El fenómeno sucede con mucha rapidez, por lo que explica que “necesitamos un microscopio para ver estas cianobacterias, pero se reproducen tanto y a tanta velocidad que de un día para el otro tenemos miles de microorganismos por mililitro, se van a la superficie donde haya mayor luz del sol para captar energía lumínica y forman estas capas que uno las ve como pintura”. Si su presencia persiste, “podría provocar, con una floración muy grande, mortandad de peces por ejemplo, porque privan de luz del sol y oxígeno a otros organismos que viven en el agua”.

Finalmente Novoa puntualizó en la necesidad de “educar y concientizar a la población. Se recomienda hacer monitoreos de parámetros biológicos y físico químicos porque permiten evidenciar lo que está pasando y advertir antes de que crezca. Una vez que sucedió, hay que esperar que cambien las condiciones climáticas y que las cianobacterias empiecen a desaparecer”.

Sin embargo, aunque las cianobacterias desaparezcan con la misma rapidez que se desarrollaron, “luego no hay que permitir el acceso a la playa y que la gente no consuma esos pescados. Porque son potenciales productoras de cianotoxinas, no solo en el agua sino en el aire, uno lo siente porque empieza a estornudar. Si la gente ingresa al agua, esto puede causar dermatitis en la piel, diarreas, vómitos o dolores de cabeza. Y una exposición prolongada, puede generar problemas hepáticos y nerviosos. Aunque las bacterias mueran, la toxina puede estar presente aún si no vemos la floración”.

Sobre el trabajo del GISAE 

El Grupo de Investigación y Servicios en Aguas y Efluentes de la Facultad de Ciencias de la Alimentación UNER “es reciente, fue aprobado por Consejo Directivo a fines de año. Nuclea a técnicos e investigadores que trabajamos específicamente en la temática, ya que el agua y los efluentes son algo transversal a los distintos laboratorios. La idea es dar respuesta a la comunidad, tanto en investigación como en servicios, en torno a este recurso tan importante”, detalló su director.

“Desde 2016 trabajo en el río. Mi línea de investigación tiene que ver con la ecología de los sistemas acuáticos de agua dulce. Trabajo con un grupo particular de microalgas que son bioindicadoras de la calidad del agua, pudiendo inferir cómo está en distintos tramos y poder tomar medidas”, explicó.