Comprar por aplicaciones: comodidad para muchos, ganancias para otros. Pero, ¿qué pasa con las y los trabajadores que transportan esos pedidos? 

A partir de la pandemia por COVID-19, la población comenzó a utilizar cada vez más el servicio de delivery. Con diversas aplicaciones móviles, podemos realizar pedidos a locales de diferentes rubros. Sin embargo, detrás de esos clics y notificaciones de “tu pedido está en camino”, se encuentran trabajadoras y trabajadores de reparto. 

En esta nueva modalidad de trabajo informal, las personas desaparecen en la relación laboral a través de la mediación de un software. Es una aplicación la que controla y direcciona el trabajo, invisibilizando así la relación de asalariado/a y, por ende, despojando de derechos y protecciones básicas a las y los repartidores. Esta tendencia se conoce como plataformización o uberización, y da la posibilidad a las y los trabajadores de tener cierta autonomía, pero flexibiliza los derechos propios de la economía de trabajo formal. A su vez, tiene una gran vacancia legislativa en tema de regulación.  

El proyecto de investigación de la FTS denominado “Trabajadores de reparto desde plataformas digitales en la ciudad de Paraná. Trabajo devenido esencial con la pandemia” aborda la temática y se pregunta por la regularidad de este tipo de trabajo, los ingresos, las condiciones laborales y la protección social. Asimismo, indaga los sentidos que las y los repartidores construyen acerca del trabajo en sus vidas cotidianas. Se trata de un trabajo dirigido por el docente César Sione. 

Sin regulaciones: instrumento a favor de la Plataforma

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sostiene que el delivery de plataformas es una forma de empleo “atípico” porque no se encuadra acabadamente con las figuras legales preexistentes para regularlo, lo que constituye un desafío para enmarcarlo en la legislación laboral. El empleo atípico sería ofrecer flexibilidad tanto para las empresas como para los trabajadores, en particular cuando el trabajo a tiempo parcial es elegido libremente o de manera “independiente”.

En esta modalidad de empleo, la vigilancia está en el algoritmo que resuelve las situaciones en forma automática y en plazos inteligentes, contratando, aumentando y disminuyendo la remuneración, o suspendiendo e incluso despidiendo al trabajador/a. Las decisiones son tomadas en forma unilateral, con escaso o nulo conocimiento o derecho a réplica por parte de las/os trabajadoras/es. 

Por estos motivos, existe la necesidad imperante de establecer una regulación a fin de garantizar condiciones de trabajo decente para los riders (repartidores que transitan en motocicletas y bicicletas). Estamos frente a nuevas formas de contratación, donde la realidad virtual y la presencial se presentan con difíciles posibilidades de escisión.

¿Hay lugar para los derechos?

Los riders no tienen vacaciones pagas, licencias por enfermedad o por maternidad, sistema de asignaciones familiares, ni indemnización por despidos, y están excluidos del seguro de desempleo. Tampoco gozan de representación sindical. 

De la misma manera, están privados de la posibilidad de fijar el precio de su trabajo a la vez que les son impuestas sendas condiciones laborales en términos de los procedimientos a seguir para realizar la tarea y los tiempos que deben insumir. En realidad, su identificación como “autónomos” no es tal, sino que existen elementos jurídicos que permiten entrever una relación de dependencia encubierta.

Nuevas identidades que se construyen repartiendo

Al momento de pensar en cómo las y los trabajadores entienden y toman esta realidad, resulta necesario preguntarse por sus comportamientos y por los procesos de subjetividad que construyen.

A través de entrevistas exploratorias realizadas por el equipo de investigación, se pudo indagar que el 56,4% se identifica como un trabajador independiente o autónomo, mientras que un 21,4% como dependiente y un 22,2% respondió no sabe/no contesta. 

Sin embargo, del trabajo de investigación también se advierte que en esta actividad se da un alto nivel de rotación de los riders paranaenses, y la noción de flexibilidad o “la ilusión de independencia” se va perdiendo con el tiempo a medida que permanecen en la plataforma.  Más de la mitad no llega a trabajar 1 año en una plataforma (56,4%), de los cuales un 34,2% no supera los 6 meses. Esta alta rotación es uno de los factores que incide en la conformación de identidades efímeras.

Por otra parte, resulta muy paradójico que la misma tecnología de internet que deshumaniza a conveniencia de las plataformas, a la vez y como contracara, sirva para unirlos/las. Por fuera de la plataforma, crearon su propio grupo de WhatsApp para compartir su cotidianidad. Asimismo, el encuentro personal se produce en la “zona de logueo”, donde tienen que ir a iniciarse en la App. Allí, plantean cuestiones comunes, se conocen y apoyan.

Si bien el trabajo de investigación se encuentra en curso, ya hay varias cuestiones que se pudieron advertir al estudiar la situación en la que se encuentran los repartidores y repartidoras de Paraná. Se trata de identidades que están mediadas por formas novedosas de management. Las plataformas son consideradas “austeras”, comandan pero no son propietarias de los activos. Sus activos son los algoritmos, la plataforma software y los datos que procesan: los trabajadores que realizan los viajes de reparto son considerados “socios” y no empleados. Así, se produce una suerte de subcontratación de las ya conocidas de la fuerza de trabajo, y una subordinación “sui generis” derivada de la gestión algorítmica de la plataforma, que gestiona la condiciones de prestación del servicio. Se trata de un nuevo capitalismo con nuevos tipos de organizaciones, que se materializan en la idea del management de “repartidores independientes”. Pero en realidad, encubren formas de trabajo altamente informales y precarias.