Ingresó al Congreso un proyecto de ley impulsado por el Poder Ejecutivo, que crea un Sistema Nacional de Cuidados y amplía el régimen de licencias por maternidad y paternidad previsto en la Ley de Contrato de Trabajo, que pasarán a denominarse para ‘personas gestantes’ y ‘no gestantes’. Luciana Basso, referente del Protocolo Contra las Violencias Sexistas de la UNER, aportó miradas para desentrañar los alcances de la propuesta.
La iniciativa, tal como fue anunciada por el oficialismo nacional el lunes 2 de mayo, intenta revertir el esquema de legislación laboral, que reafirma implícitamente las desigualdades de género en el trabajo y reproduce los roles social y culturalmente asignados en torno a las tareas de cuidado. “A estas tareas las podemos realizar todas las personas, pero en nuestra cultura, generalmente, las asumen las mujeres y las diversidades sexuales feminizadas”, mencionó la docente e investigadora en diálogo con UNER Medios.
El proyecto legislativo que se dio a conocer en el marco del Día de las y los Trabajadores plantea una extensión de 2 a 15 días en las licencias para “personas no gestantes”, independientemente de su género, en una primera etapa. Asimismo, establece un aumento progresivo y escalonado cada dos años a partir de la entrada en vigencia de la ley, hasta llegar a los 90 días. En el caso de madres o “personas gestantes”, el derecho a licencia pasaría de 90 a 126 días.
“Ampliar los plazos del tiempo que se destina para los cuidados de alguien que recién nace, es fundamental porque no sólo jerarquiza esa tarea, sino que permite a la familia acomodarse a la nueva situación, compartiendo el cuidado. Además, en este caso el país estará dando cumplimiento a lo que recomienda la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en materia de licencias por parto o adopción”, sostuvo Basso y definió a la posible reforma como “un primer paso necesario”.
La propuesta de modificación determina que es obligatorio hacer uso del beneficio en ambos casos, hecho que contribuye a mejorar la distribución de las actividades no remuneradas dentro del hogar. “Que las tareas de cuidado puedan estar repartidas da mayores posibilidades a las personas que integran la pareja en materia laboral, de estudios y en relación al derecho a la recreación, que tenemos todas las personas”, enfatizó.
A partir del proyecto, también se reconoce el trabajo de cuidados en el ámbito comunitario y se apunta a fortalecerlo. De ser aprobado, se crearía un Sistema Integral de Cuidados con perspectiva de género (SINCA) que incluye un conjunto de políticas y servicios que aseguran la provisión, la socialización, el reconocimiento y la redistribución del trabajo de cuidado, entre el sector público, el privado, las familias y las organizaciones comunitarias. Además, integraría a la diversidad de identidades de género, para que todas las personas accedan a los derechos de cuidar y recibir cuidados en condiciones de igualdad.
“Desde el movimiento feminista venimos diciendo que ‘eso que llaman amor, es trabajo no pago’, y esa consigna indica la necesidad de que las políticas públicas contabilicen el aporte económico que las tareas de cuidado representan, que se diseñen abordajes acordes a esas necesidades, con presupuesto suficiente y con la idea de garantizar los derechos de las personas que las desarrollan”, manifestó Basso.
¿Qué son las tareas de cuidado?
En palabras de la especialista, la definición misma de tareas de cuidado encierra su importancia como política pública: “Son todas las actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas que garantizan el bienestar de las personas”. Citando a la Mesa Interministerial de Políticas de Cuidados, Basso detalló que “en esa dimensión se encuentran muchas acciones que tiene que ver con hacer posible que la vida social siga y se reproduzca, como amamantar, ordenar, limpiar, planchar, cocinar, lavar, ayudar con las tareas escolares, cuidar a niñas, niños, adolescentes, personas mayores, personas con discapacidad, familiares con enfermedades, entre otras”.
Las mujeres destinan en promedio seis horas por día a tareas de cuidado no remunerado, contra tres de los varones que se encuentran en las mismas condiciones.
Estas acciones, explicó, “son muy importantes porque dinamizan el resto de las actividades de la vida social y económica, como trabajar, estudiar, practicar deportes, realizar actividades de ocio, entre otras. Son el soporte elemental de la vida y de la producción”. En ese sentido, sostuvo que “resulta muy importante calcular la riqueza social del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, que suele quedar invisible detrás de la idea –muy extendida socialmente– de que son cosas ‘que las mujeres saben hacer por naturaleza’, por ejemplo”.
El cuidado en cifras
La referente del tema en la Universidad aportó datos respecto a la situación actual. “En nuestro país, según las mediciones realizadas por medio de la Calculadora del Cuidado del Ministerio de Economía, las mujeres destinan en promedio seis horas por día a tareas de cuidado no remunerado, contra tres de los varones que se encuentran en las mismas condiciones”.
Respecto de esas cifras, Basso destacó que “el hecho de ser asalariadas no nos exime a las mujeres de realizar tareas de cuidado no remuneradas cuando regresamos a nuestra casa” y que “a eso suele sumarse la tarea de ‘cuidado comunitario’, cuando muchas de nosotras participamos en clubes, comisiones, merenderos”. Además, aclaró: “Esto es lo que se conoce como triple jornada laboral”.
Por último, la especialista reflexionó: “Por supuesto que el cambio de perspectiva sobre la desigual distribución de tareas tiene que ser interpelado desde múltiples aspectos y sectores, porque se necesita una transformación cultural que podrá afianzarse mediante el impulso de políticas públicas pensadas para ese fin, que puedan ir apuntalando ese horizonte más justo y equitativo”.