La Argentina posee estatus endémico para la trichinellosis, y es el cerdo el animal que está comúnmente implicado en la aparición de los brotes humanos.

Mariana Pasqualetti y Miriam Mabel Ribicich, docentes de la cátedra Parasitología correspondiente a la carrera de Veterinaria en la Facultad de Bromatología, investigan y profundizan sobre la trichinellosis, una zoonosis parasitaria que se encuentra distribuida alrededor del mundo; es endémica en la Argentina y presenta altas tasas de morbilidad.


En diálogo con UNERmedios, las profesionales indicaron que “tanto el ser humano y una amplia variedad de animales se infectan al consumir carne cruda o poco cocida contagiada con larvas del nematode. Hasta el momento, nueve especies y tres genotipos de Trichinella fueron descubiertos en un amplio rango de animales incluyendo mamíferos, aves y reptiles, tanto en el ámbito doméstico como silvestre. En un comienzo, la trichinellosis en el hombre estaba estrechamente relacionada con el consumo de carne de cerdo doméstico; sin embargo, el descubrimiento de nuevas especies nos ha conducido a un cambio en el estudio de la epidemiología de la enfermedad con la incorporación de nuevas fuentes de infección, como la carne proveniente de equinos, pumas, jabalíes, entre otros. En tal sentido destacamos el estudio de las características propias de cada especie y genotipo de Trichinella, el cual nos permite conocer aquellos puntos donde implementar medidas de control para evitar la infección en el hombre y para minimizar la dispersión del parásito en el ambiente”.


Acerca de las características que tiene esta enfermedad señalan que “en el hombre los signos y síntomas pueden ser similares a muchas otras patologías y se encuentran en estrecha relación con el ciclo biológico del parásito. La infección da como resultado una amplia variedad de formas clínicas, y puede cursar como asintomática hasta convertirse en fatal. Los parásitos del género Trichinella muestran una alta variabilidad genética, que se refleja en la epidemiología, biología, zoogeografía. A través del tiempo y con las nuevas tecnologías, pudieron identificarse distintos genotipos del género Trichinella que confirman el inmenso potencial biótico de este parásito y su capacidad de adaptación al medio. La trichinellosis no solo implica un peligro para la salud pública, sino también representa un problema económico en la producción porcina. Los parásitos del género Trichinella están presentes en todos los continentes, excepto en la Antártida donde ningún informe o investigación de estos nematodes han sido documentados hasta el momento”.

Ciclo doméstico

El término “ciclo doméstico” -señala la veterinaria Ribicich- significa “una forma de transmisión que se produce en el caso de nuestro país, en piaras de cerdos con deficientes prácticas de manejo tales como la alimentación con restos que pueden tener residuos cárnicos del porcino poco cocidos o crudos provenientes de comedores, cocinas, restaurantes y frigoríficos; el consumo de basura, la exposición a los cadáveres de cerdos muertos que no son eliminados rápidamente de las piaras, transmisión directa entre ellos debido a mordeduras de cola u oreja, así como la exposición a través de animales sinantrópicos que viven en las cercanías de los cerdos, como ratas, mustélidos y zorros, entre otros”.


Los animales silvestres “constituyen otro riesgo en la introducción y dispersión de la enfermedad en los chanchos. La trichinellosis es una enfermedad transmitida por alimentos que se distribuyen por todo el mundo, por ello es fundamental instrumentar medidas de manejo adecuadas para la crianza, elaboración de subproductos y el consumo domiciliario de los mismos, ofreciendo carne segura. Los organismos nacionales, provinciales y municipales controlan la faena y comercialización de productos y subproductos, y en caso de aparecer la enfermedad se debe obligatoriamente realizar la denuncia a las autoridades sanitarias”.

Factores de contagio y control

En una investigación que realizaron las docentes, informan sobre “el primer reporte de un caso humano en la Argentina producido en 1879; desde entonces constituye un grave problema de salud pública dadas las tasas altas de morbilidad que afectan a centenares de personas y ocasionan pérdidas económicas por el costo de diagnóstico, internación y tratamiento, inasistencia laboral, multas y decomisos a nivel comercial, por clausura de establecimientos porcinos y, en algunos casos, por la eliminación total de los animales. La aparición de la enfermedad en los humanos presenta un marcado incremento en la época invernal asociado al consumo de chacinados, que son elaborados durante esa época del año para aprovechar las bajas temperaturas que favorecen la manipulación de la carne y retrasa el proceso de putrefacción. La carne utilizada proviene en general de cerdos criados en forma familiar y sin inspección veterinaria. Las áreas del país más afectadas corresponden a las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, en coincidencia con la localización de los focos porcinos; sin embargo, en los últimos años se ha detectado una dispersión en la aparición de casos humanos a lo largo del país”.


En los últimos tiempos “se ha observado que debido a una deficiente disposición de los residuos en el ámbito rural y urbano, los roedores y otros animales que constituían el ciclo silvestre de la enfermedad, avanzaron hacia la ciudad en busca de desperdicios de alimentos que quedan expuestos a cielo abierto y a su disposición. Las barreras arquitectónicas y ambientales para evitar el ingreso de otras especies, la vigilancia de los alimentos que consumen los cerdos así como su almacenamiento, el control de roedores, higiene de la granja, y el monitoreo serológico de animales nuevos, resultan fundamentales para poder caracterizar los establecimientos porcinos”, agregan.


Finalmente, las especialistas recomiendan “concientizar a la población sobre el riesgo que implica la crianza de cerdos sin las medidas de manejo adecuadas, y la peligrosidad de consumir carnes o subproductos que no hayan sido sometidos a control veterinario. Los criaderos de cerdos no pueden asegurar la ausencia de la parasitosis, por ello, todos los animales faenados deben ser analizados previamente por la técnica de digestión artificial”, concluyen.