Más de cien millones de pesos recaudados en casi 24 horas para ayudar a combatir el fuego en Corrientes. El influencer Santiago Maratea lo hizo posible hilvanando la solidaridad de miles de argentinos. En el mismo terreno que le dio popularidad, el de las redes sociales, pronto surgió el debate: ¿recaudar fondos es suplantar al Estado?, ¿es comparable la labor de un influencer con la de un político o el pago de un impuesto con una donación? Pablo Barberis, coordinador de la Licenciatura en Ciencia Política de la Facultad de Trabajo Social, brindó a UNER Medios una mirada a partir de esa disciplina.  

“La simplificación en la cual se presentan estas antinomias no es azarosa ni inocente, más bien hay una estrategia permanente de comparar una realidad simple con una verdad compleja. Que un acto individual espontáneo pueda ser comparado con el oficio concreto de un político, estructura u organización política, es parte de la actitud de ciertos sectores de la sociedad argentina que minimizan lo complejo y complicado que suponen las distintas dinámicas de disputa política y de organización de las instituciones estatales”, indicó Barberis. 

Nuestras formas de vincularnos cada vez están más mediadas por tecnología y formas algorítmicas de los vínculos, que a su vez suponen formas muy eficaces de control de la opinión pública.

Pablo Barberis

En el mismo sentido, profundizó: “Esto viene connotado de un conjunto de elementos que son de larga data. Esta idea esbozada en momentos de organización liberal de que la acción política dirigida hacia el bienestar no necesita de acciones colectivas sino de la sumatoria de buenas predisposiciones individuales, aparentemente desinteresadas y no subsidiarias de un recurso del Estado. Creo que la historia ha demostrado que los gobiernos liberales tampoco han venido a hacer lo que el individualismo metodológico propone; pero sí es cierto que cala muy hondo en algunos imaginarios sociales que sirven hoy al debate en medios de comunicación y redes sociales”. 

¿Y por qué estos discursos tienen el potencial de ‘calar hondo’? “Creo que hay una sumatoria de cosas que pueden explicar ciertas pregnancias de discursos simplificadores. En la dinámica de la disputa política nacional, es la rearticulación de una vieja controversia entre formulaciones gubernamentales de cuño popular y su contracara, estas expresiones de corte más conservador. Se recicla la idea del individualismo metodológico como para pensar que todo lo que implica la política siempre tiene una carga peyorativa de acciones interesadas, dispuestas a parasitar el Estado. Y eso se ha dado en la historia del siglo XX y en lo que va de este, siempre con algunos elementos propios de la coyuntura, pero en general bajo consignas de mayor larga duración”, añadió. 

Redes sociales y opinión pública

Entre retweets, historias, comentarios y posteos, junto a la admiración por lo que multitudes llamaron héroe nacional se canalizaron tanto el enojo por un ‘Estado ausente’ como las expresiones ‘antipolítica’. Por esto Barberis llamó a reflexionar sobre las dinámicas en que la (des)información circula y opera, refiriéndose a los resultados del reciente estudio de la consultora Analogías, que indican que solo 4 de cada 10 argentinos pueden afirmar con seguridad que la deuda con el Fondo Monetario Internacional fue contraída durante el gobierno de Mauricio Macri. “Eso da cuenta de la potencia de la construcción de líneas de opinión que usan dispositivos tradicionales como los medios de comunicación audiovisual, con distintas formas de segmentación y traslado de la información a través de redes sociales. Hay técnicas algorítmicas, formas de postulación, insistencia y repetición de la información que llegan a determinada gente que demuestra intención de escuchar o leer noticias que vienen bajo ciertas consignas”, sostuvo.

“En este marco, nuestras formas de vincularnos cada vez están más mediadas por tecnología y formas algorítmicas de los vínculos, que a su vez suponen formas muy eficaces de control de la opinión pública. Entonces cuando uno cae en la cuenta de que las cosas que leemos están siendo evaluadas y organizadas antes de que nos lleguen, la cuestión se vuelve un poco más compleja”, reflexionó el docente de la UNER. “Tenemos que pensar entonces si las nociones actuales del Estado y el territorio como formas indispensables de la concepción de una idea de soberanía no están siendo reemplazadas por formas tecnológicas empresariales, que de alguna manera tienen la capacidad de movilizar grandes estados de opinión pública y volverlas a favor o en contra de ideas que resultan conducentes a sus intereses”, finalizó.