Existen cuentas pendientes y desafíos que involucran a toda la ciudadanía, y pueden ayudar a salvar vidas. Un docente de nuestra Universidad brindó su visión al respecto.

UNER Medios dialogó con Juan Jaurena, docente de Ingeniería en Transporte de la Facultad de Ingeniería, acerca de la seguridad del tránsito y los factores determinantes en los siniestros viales. Al respecto, señaló tres aristas fundamentales: el factor humano, el vehicular y el ambiental. “Cada una tiene diferente responsabilidad en la accidentología vial, no obstante en nuestro país -en general- el de mayor preponderancia es el humano”, afirmó. 

Las afirmaciones del entrevistado se sustentan en el estudio realizado por la Dirección de Investigación Accidentológica del Observatorio Vial -perteneciente a la Agencia Nacional de Seguridad Vial- en rutas nacionales y provinciales de todo el territorio. “Sobre una muestra de 168 siniestros viales graves o fatales relevados, se pudo constatar que casi la mitad (48,5%) se asoció con la invasión del carril contrario opuesto por adelantamiento, mientras que el 38,6% se originó por maniobras bruscas. En dicho análisis también se estableció que la causa fundamental está vinculada con distracciones, maniobras de riesgo y el exceso de velocidad”, indicó.

Consultado acerca de la infraestructura vial en Entre Ríos, Jaurena apuntó “que cada organismo de Vialidad, ya sea provincial o nacional, tiene sus propias políticas de conservación de rutas y autopistas, como también de mejoras en el campo de seguridad vial”. No obstante, “en general, dentro de las buenas prácticas, debe considerarse un plan de mantenimiento adecuado de la calzada, señalización horizontal y vertical, planificación aplicada en función de los volúmenes de tránsito, mejora de seguridad en cruces de rutas, accesos a las localidades con un acertado diseño vial en iluminación y demarcación. Es habitual observar un déficit en este último aspecto”, mencionó. 

La causa fundamental de los siniestros viales está vinculada con distracciones, maniobras de riesgo y el exceso de velocidad.

Al respecto, consideró que “resulta indispensable alimentar la inversión, como también disponer de buenas herramientas en gestión. Son escasos los contadores permanentes de tránsito en rutas provinciales que permitan medir los caudales de vehículos. Tener ese tipo de información permite trazar las estrategias de inversión o dimensionar correctamente la estructura de una ruta, aún más si transita un importante porcentaje de camiones”, destacó. 

Acerca de las estrategias de seguridad vial según las distintas zonas, el profesional se refirió a que en el sector urbano, “las problemáticas pasan por altos volúmenes en ciertas arterias primarias, los accidentes por alcance y en esquinas con y sin semáforos, las motos y su alto grado de participación en los accidentes (en el orden del 50-60%) y la falta de respeto a las normas. Aquí resulta importante la gestión del transporte público, que con su gran capacidad mejoraría la problemática accidentológica, el congestionamiento y la contaminación. Pero necesita políticas activas de desaliento en circulación por parte de los vehículos privados. También es muy importante la gestión de la movilidad activa, esto es peatonal, ciclista y micromovilidad eléctrica, que representa grandes beneficios ambientales y la optimización en el uso de espacios públicos”. 

Conciencia social 

En ese marco, Jaurena manifestó que “rearmar una conciencia social es un proceso en el tiempo que implica fuertes políticas de coordinación sobre criterios y normas a nivel institucional del Estado. Resulta muy importante contar con sanciones civiles y penales fuertes y rigurosas”. Por otra parte aclaró que “en varias cuestiones se avanzó, como en la sanción de la Ley Nacional N° 26.363 que crea la Agencia Nacional de Seguridad Vial, el Sistema Nacional de Licencias de Conducir, el Registro Nacional de Antecedentes de Tránsito, nuevas medidas de control y sanción, el Observatorio Vial que promueve la educación y capacitación, y un Consejo Federal de Seguridad Vial donde participan todas las provincias”. Además se refirió a las incorporaciones y la elevación de las escalas penales en los últimos años para los delitos denominados infracciones viales. “Aún queda un largo camino por recorrer, pero se han dado pasos importantes”, reflexionó.

Un aspecto fundamental que analiza el investigador tiene que ver con las políticas de mejoras en seguridad vial. Según expresó, “son difíciles de establecer generalizadamente en nuestro país debido a la autonomía de las provincias. Cada una acepta, si quiere o en parte, las leyes emanadas por el Congreso de la Nación”. En este sentido puso como ejemplo la Ley Nacional de Tránsito N° 24.449, que no cuenta con la adhesión de Córdoba ni de Ciudad de Buenos Aires. “Por lo tanto, ciertas normas o códigos en las señalizaciones pueden variar entre jurisdicciones y esto atenta contra la uniformidad en la codificación de las señales. Así también sucede con ciertos criterios sobre sanciones, y posiciones como la Licencia Nacional Habilitante de Conducir”.

Educación vial en la currícula

El entrevistado resaltó que “si las personas recibieran educación vial a más temprana edad, disminuirían los accidentes de tránsito. Esta ardua tarea no involucra solamente a las escuelas y sus docentes, sino también a las familias, instituciones públicas y privadas: gobiernos locales, clubes, y otros espacios. Deben enfocarse en forma adecuada desde los puntos de vista como peatón y conductor, en principio de bicicletas, más tarde de ciclomotores, y posteriormente del resto de los vehículos, porque cada etapa de desarrollo y nivel de maduración abarca riesgos nuevos en función del nivel de movilidad e independencia de la persona. Lamentablemente en Argentina se observan políticas antagónicas; es habitual ver que instituciones configuran circuitos de simulación para que niños circulen interpretando señales dirigidas a conductores adultos”, sostuvo. 

Sobre una política orientada a las personas de menor edad, puntualizó que “se debe comenzar con aspectos básicos, como despertar el sentido de prudencia y responsabilidad, empatía y solidaridad con el resto de los ciudadanos, enseñar a que adquieran conciencia de los peligros y sensatez para enfrentarlos. Realizar análisis crítico y reflexión argumentada, que comprendan y respeten las normas y las señales o códigos básicos en función de su actuación en la vía pública”. 

Si las personas recibieran educación vial a más temprana edad, disminuirían los accidentes de tránsito.

Finalmente, el consultor remarcó que los avances necesarios en educación vial “solo serán posibles gracias a un esfuerzo común, al trabajo en equipo del gobierno municipal, provincial y nacional, empresas privadas, asociaciones de víctimas y sistema educativo.  Siempre poniendo a la sociedad en el centro como actor y motor de los cambios. Desde la Facultad de Ingeniería aportamos nuestro granito de arena en ese sentido, para que los futuros profesionales tengan una real dimensión del desafío técnico y social que demanda la problemática”, concluyó.